Ante esta situación, que se traduce en que 273.000 trabajadores, en su mayoría de los sectores ligados al turismo, siguieran en agosto en ERTE, no son pocas las voces que hablan de un cambio de modelo en la oferta para acelerar la recuperación.
Sin embargo, al analizar el gasto medio de los turistas, se aprecia que se sitúa en la media de los meses de julio de los ejercicios anteriores, con 1.190 euros, si bien queda algo por debajo del hito de 2019 (1.209).
De hecho, en la regiones más asociadas con el modelo de sol y playa, como Baleares, Andalucía o Canarias, el gasto ha subido respecto el de 2019, mientras que en Cataluña se ha desplomado en casi 200 euros y en Madrid en 80 euros.
Ante esta situación, estas comunidades más turísticas confían en una recuperación del turismo con el mismo modelo de negocio anterior a la pandemia.
De hecho, ahora que la quinta parece remitir, son muchos los analistas que estiman que la temporada turística durará un par de meses aún, en el que se elevará la llegada de turistas extranjeros. No compensará la caída de los meses pico del verano, pero sí ayudará a que el tramo final del ejercicio alcance niveles más cercanos a los previos a la pandemia.
En este sentido, hay que destacar que desde 2016, cuando comienza la serie histórica de la estadística de gasto turístico del INE, el gasto medio se ha mantenido estable, pese a las fluctuaciones estacionales.
Para reflejarlo mejor, este gráfico muestra la evolución del gasto turístico total y medio de persona tomando como referencia el primer mes de verano disponible, julio de 2016.
Contra viento y pandemia
Se aprecia que la recuperación del gasto medio no sólo ha sido mucho más rápida que el total, sino que no recoge impacto alguno de las oleadas de la pandemia registradas desde enero de este año. De hecho, parecería un mes casi normal comparado con ejercicios anteriores.
Aunque el negocio turístico se tendrá que adaptar a muchos niveles –sobre todo en el denominado turismo de negocios, ligado a eventos y ferias corporativas– no parece que el vacacional vaya a sufrir grandes cambios.
La cara B de esta situación es que tampoco vaya a haber un cambio al alza, es decir, un modelo que eleve el gasto medio con una oferta que no pivote tan excesivamente en el clásico –y criticad – de sol y playa.
Esto significa también que la recuperación real dependerá exclusivamente de que se recuperen los niveles prepandemia del número de visitantes, no de que los visitantes dejen más dinero en nuestro país, lo cual nos deja todavía más expuestos a la incertidumbre de la evolución de la COVID 19.