La más importante es que las bibliotecas son necesarias para vivir. Dan conocimientos, ocio, relaciones personales, información… cosas imprescindibles para vivir una vida plena. Cuando los ciudadanos descubren que las bibliotecas existen, que tienen todo eso y que son suyas, las disfrutan y las defienden. También he aprendido que es verdad eso que decía Cela de que el que resiste gana. Cuando se quiere algo hay que resistir, hay que trabajar por ello aunque parezca imposible conseguirlo. La persistencia es un arma poderosa. La Biblioteca de Guadalajara ha llegado a ser un centro grande y vivo, lleno de gente, porque muchos nos hemos propuesto que lo fuera y hemos resistido rapapolvos, disgustos y algún que otro día oscuro. Merece la pena intentar cumplir los sueños, aunque el final no sea el esperado porque, como bien dijo Kavafis, el camino es el premio. He aprendido también que una cierta libertad en el trabajo es posible. Que los políticos de los que dependemos a veces se sienten celosos si tomamos iniciativas, sobre todo las que comportan relacionarse con los medios de comunicación. Pero ellos cambian y los profesionales permanecemos, y con
esa idea en la cabeza es más fácil tirar de la cuerda para ensanchar nuestros márgenes de autonomía y libertad. Y, para terminar (aunque son muchos más los aprendizajes adquiridos en todos estos años), he aprendido que un bibliotecario puede comprometerse políticamente con una ideología concreta, incluso participar en una lista electoral, si en su trabajo actúa con la imparcialidad necesaria en nuestra profesión y con total dedicación. El breve plazo de tiempo en el que fui alcaldesa de Guadalajara -una ciudad conservadora- por un partido de izquierda, lejos de dañar a la Biblioteca en la que trabajaba la ayudó a tener más visibilidad. Hace unos días una usuaria me ha dicho algo precioso: que le gusta que no haya intentado nunca imponer mis ideas aunque tampoco las haya escondido nunca.
¿Cómo situaste Guadalajara en el mapa por su "marathón de cuentos y cuentacuentos"?
Eso ha sido una especie de milagro, porque cuando empezamos con el Maratón no llevábamos ningún propósito en ese sentido. El primer Maratón fue organizado por el Ayuntamiento de Guadalajara en 1992, aquel año en el que fui alcaldesa de la ciudad, y tenía como fin apoyar la primera Feria del Libro que se celebraba en la capital alcarreña. Al año siguiente yo ya había dimitido y el ayuntamiento no parecía estar interesado en continuarlo, así que decidimos tomar las riendas desde la Biblioteca Pública y el Seminario de Literatura Infantil y Juvenil de Guadalajara. Ese fue el Maratón más difícil, pero conseguimos que lo recogiera el Libro Guinness de los Records y la ciudad se puso muy
contenta, lo que facilitó su continuidad. En el quinto Maratón –estamos ya en 1996- invitamos a un narrador de cada Comunidad Autónoma, para que estuvieran presentes todas las tradiciones narrativas del país. Recuerdo lo difícil que fue encontrar un narrador gallego, con la cantidad de buenos cuentistas que hay ahora en Galicia, y es que entonces apenas estaba empezando el renacer de la narración oral en nuestro país. En el año 2000 se convocó por primera vez el programa Cultura 2000 de la UE, y presentamos un proyecto para traer al Maratón un contador de cada país de la UE, que entonces eran quince. Sorprendentemente nos dieron la subvención, lo que permitió que invitáramos a quince buenos profesionales de todos esos países. Y tanto en 1996 como en 2000, cuando se marchaban a su lugar de origen estos invitados especiales, iban contando que habían visto a toda una ciudad transformarse gracias a los cuentos, y así empezó Guadalajara a aparecer en los mapas pequeñitos de la narración oral.
¿Qué consejos darías a los estudiantes que aspiran a ser bibliotecari@s?
Que disfruten mucho de su época universitaria. Cuando comencé la mía, mi padre me dijo que aprovechara esos años, que eran los mejores de la vida. Y aunque no estoy de acuerdo con su percepción porque yo me lo he pasado aún mejor trabajando, es indudable que es un momento en el que se mueven
alrededor muchas cosas interesantes.También les diría que leyeran mucho –hay que haber leído mucho de todo para
ser un buen bibliotecario y poder aconsejar- y que visitaran muchas
bibliotecas, porque de ahí salen muchísimas ideas.Y les diría que, por mucho que les bombardeen con lo negro que está el
futuro, hagan caso omiso. Porque la vida se va construyendo día a día, y
cada uno tiene su propio margen para pintarla con el color que más le guste.Y, por supuesto, que se rebelen y protesten ante lo que les parezca
injusto. Que intervengan en la construcción de la sociedad, porque hace
mucha falta su energía. Y que, si no encuentran trabajo aquí, viajen y
busquen la felicidad en el trabajo bibliotecario, aunque no puedan
ejercerlo donde a ellos les gustaría.
¿Qué cambios crees que necesita la Educación en España para situarla
en una situación aceptable a nivel mundial?
Un cambio de ministro para empezar. Un tomársela en serio por parte de los
poderes públicos para seguir. Inversiones suficientes, profesores
suficientes, menos religión y más investigación.La educación, con todos sus defectos, había mejorado mucho en las últimas
décadas, a partir de la restauración de la democracia en España. Yo soy
hija de un profesor de centro público que me llevó a un centro privado,
porque en los años cincuenta y sesenta se invertía muy poco dinero en la
educación pública y esta tenía muchas carencias.Eso cambió muchísimo en los años ochenta, y yo sí pude llevar, con
satisfacción y buenos resultados, a mis hijos a la escuela pública. Pero
ahora los dirigentes quieren volver a esa España de los años cincuenta, con
una distancia cada vez mayor entre las clases sociales, con una enseñanza
para ricos (ellos, naturalmente) y otra para pobres (los que no son tan
estupendos como ellos).Como decía antes yo estudié en Valladolid, como la vicepresidenta de
gobierno. Y he oído que ella es de una familia de clase media, como la mía.
Me parece monstruoso que vicepresida sin problemas de conciencia un
gobierno que está haciendo cada vez más difícil, por no decir imposible, el
acceso a la universidad de todos los que no tienen un lugar tan
privilegiado como ella ahora: a gente como yo o como era ella antes de
acceder al gobierno. No hay derecho que suban las tasas como las están
subiendo. No hay derecho a que pongan tantas trabas para acceder a las
becas. No hay derecho a que se esté retrocediendo a una velocidad
vertiginosa el camino que se ha construido lentamente gracias al esfuerzo
de todos. Y eso vale para la educación, para investigación, para la sanidad
y para la cultura.
¿Te identificas con algún/a bibliotecari@ reconocid@ a lo largo de
la Historia de la Humanidad? ¿Cuáles de ell@s te han dejado huella?
Haber sido comisaria de la exposición Biblioteca en Guerra, junto con Ramón
Salaberria, me permitió conocer bien a algunos bibliotecarios de la Segunda
República española. Cogimos a cinco de ellos como protagonistas de la
exposición, y los cinco me han dejado huella. Son, por orden alfabético,
Jordi Rubió, Juan Vicéns de la Llave, María Moliner, Teresa Andrés y Tomás
Navarro Tomás. Todos me parecen personajes a imitar.Vicens, al que intentaré conocer mejor al visitar las bibliotecas
municipales que él recorrió en los años treinta, era un tío
interesantísimo: amigo de Buñuel y Lorca, librero en París, molinero en la
provincia de Guadalajara… Tuvo que exiliarse a México y allí continuó unido
a nuestro oficio como profesor y autor de libros de biblioteconomía, pero
al final murió en Pekín, donde colaboraba con las emisiones de radio en
español. Y eso ocurría en los años cincuenta.En cuanto a Tomás Navarro Tomás, fue director de la Biblioteca Nacional
durante la guerra y consiguió salvar todos sus tesoros. Asumió esa
responsabilidad porque pertenecía al Cuerpo Facultativo y era un hombre muy
consecuente, pero por entonces él trabajaba en el campo de la lingüística,
en el que era una autoridad internacional. Murió en Estados Unidos, después
de dar clases en la Universidad de Columbia y sin haber vuelto a poner los
pies en España, porque no quería venir mientras viviera Franco. Su retrato
ha presidido mi despacho en la Biblioteca y ahora lo pondré en mi casa,
para que alumbre mis días.Teresa Andrés también fue una mujer brillante: había sacado el número uno
en las oposiciones al Cuerpo Facultativo. Era bajita, como yo, había nacido
en la provincia de Palencia, relativamente cerca de mi pueblo, y tuvo dos
hijos, los mismos que yo he tenido. Todo eso me hace sentirla cercana, pero
ella tuvo una vida mucho más difícil y murió muy joven, después de perder
una guerra y un hijo, y después de haber soportado el París ocupado por los
nazis siendo ella comunista y resistente. Hace unos años fui a visitar su
casa parisina. Delante del portal había un equipo de filmación rodando una
película y pensé que, si alguien merece ser protagonista de una película,
esa es Teresa.Y por lo que respecta a María Moliner, los bibliotecarios de mi edad hemos
pasado años sin saber que era bibliotecaria y que era la autora del único
Plan nacional de Bibliotecas que ha tenido este país. Y lo que más me
impresiona de María es que, cuando era una anciana y la entrevistaban a
causa de su famoso diccionario, no recordaba –más bien no quería recordar,
pienso yo- todas sus realizaciones bibliotecarias. Da la impresión de que
le dolió tanto tener que abandonarlas después de la guerra que no quería ni
acordarse de ellas. Para no sufrir más.Si estos bibliotecarios hubieran podido terminar las bibliotecas que
soñaban, nuestro país tendría ahora las mejores del mundo. Es imposible
conocerlos y no admirarlos.