Pero la intención de este post es llegar más lejos de un mero discurso que bien pudiera hacer suyo la denominada “antipsiquiatría” o también el conocido como ‘Survivors of Psychiatry`. No quiero plantear polémica sino reflexión
Mi vida con psicofármacos, primero con antidepresivos que me hicieron más productiva, y después con estabilizadores del ánimo y antipsicóticos/neurolépticos por Yatrogenia (una dosis excesiva de antidepresivos me indujo un trastorno bipolar) me ha hecho la vida a imagen y semejanza de la sociedad de hoy, muy cómoda, me ha hecho insensible al sufrimiento. Pero con una diferencia de grado, nunca en Salud Mental se me ha informado de los efectos que los tratamientos que estaba tomando generarían en mi cerebro a largo plazo; es decir se ha violado flagrantemente la ley por “falta de consentimiento informado”.
Ahora bien, pensemos que el sistema sanitario hubiese funcionado con cumplimiento de la ley y se me hubiese informado de lo que suponía vivir con psicofármacos. ¿El psiquiatra me hubiese tratado de manera alternativa ante una crisis de ansiedad o ante un duelo? ¿Se lo hubiese permitido el Jefe de Psiquiatría de su área? La Sanidad Pública ha visto cada vez más recortados sus medios personales.
No obstante, si yo llego a la consulta del psiquiatra en la década de 1990 con un sufrimiento intenso y le espeto que "quiero superarlo estudiando una oposición muy difícil para aislarme del mundo” y a éste le parece una idea buena y además me receta Fluoxetina (Prozac), para "sentirme mejor" ¿de quién es la responsabilidad de tal decisión? ¿Estaba yo en condiciones de tomarla? ¿Estaba el psiquiatra actuando según la "lex artis ad hoc" de 1990? Sinceramente si el psiquiatra hubiese intentado buscar la colaboración de la familia lo dudo totalmente. El sufrimiento mental cuando acontece una circunstancia como la pérdida o grave enfermedad de un familiar es para nosotros muy elevado y la mente queda atrapada en túneles inexplicables para el funcionamiento “normal” de la persona. Y esto mismo ocurre a todos pero en un grado menor. A nosotros simplemente ese grado nos hace perder la serenidad y nos atormenta el alma. Pero los demás ante esa diferencia prefieren alejarnos, estigmatizarnos como “locos” o sentenciarnos como “inadaptados”, sin darse cuenta que son las mismas causas (laborales, vitales, etc) las que a ellos también les pueden hacen sufrir. Podríamos crecer juntos con el proceso. El sufrimiento es aprendizaje, nos permite entender que la vida no es eso que nos quieren vender las ideologías: antes era la heterosexualidad occidental dentro de la monogamia, ahora es el éxito individualista.
La vida es un proceso subjetivo, cada uno lo vive de manera diferente, pero hay algo que nos une, el trayecto ante circunstancias imprevistas, circunstancias tanto buenas como difíciles. Y es en esos momentos cuando palabras como “acompañar”, “dar oportunidades”, “entender”, deberían sustituir a las de “Salud”+“Mental”. Un último dato, en España de cada 100 euros que se dedican a Sanidad 25 euros van destinados a psicofármacos, en Suecia, 8 euros. Allí la diferencia se invierte en reforzar la relación médico-paciente, aquí en beneficiar a las farmacéticas.
Yo ahora dependeré toda mi vida de los psicofármacos porque en su día no se me informó adecuadamente de sus efectos y se me indujo un trastorno bipolar, y no es que antes el “termostato de mi cerebro” “no funcionase adecuadamente” como el biologicismo psiquiátrico pretende sostener