El Ministerio de Trabajo y Economía Social se ha sacudido los complejos semánticos asociados al compromiso de 'derogar' la reforma laboral vigente de 2012, al menos en la Mesa de Diálogo Social.
Su propuesta avanza hacia una remodelación de la contratación que pone el foco en uno de los rasgos más perniciosos y dañinos de nuestro mercado laboral: el abuso de la temporalidad.
Tras los últimos toques de atención de Bruselas, el Gobierno se compromete recortar al máximo las excusas para no hacer un contrato indefinido. Para esta batalla, está diseñando lo que, con una metáfora de estrategia militar, podríamos definir como un movimiento de pinza:
En un primer frente, penalizando vía cotizaciones a las empresas que abusen de la temporalidad y rotación de os trabajadores. Se pone el foco así en prácticas de dar de baja un viernes y contratar un lunes al mismo trabajador, lo que provoca cifras delirantes de altas mensuales, como muestra este gráfico elaborado con datos del Ministerio de Seguridad Social, Inclusion y Migraciones.
La enésima reforma laboral
Aunque las dos que nuestros lectores tendrán más presentes seguramente sean la aprobadas en 2010 por el Gobierno del PSOE y, sobre todo, la de 2012, a cargo del Ejecutivo del PP.
¿Qué dicen los datos de la utilidad de estas reformas contra la temporalidad en el país líder en este problema en la Unión Europea?
Entre 2010 y 2020 la tasa de trabajadores de entre 20 y 64 años bajó 0,5 puntos porcentuales, al 20,1%, según EUROSTAT. Para los menores de 25 años, la subida ha sido de 10,4 puntos, hasta el 62,1%.
Este gráfico recoge la variación interanual año por año para cada uno de estos dos colectivos.
Por no hablar de que cuanto más intensa es la destrucción de empleo, más cae la tasa de temporalidad: son los primeros en salir por la puerta.
Así que si se cumple el guión de la crisis precedente, deberíamos esperar un rebote de la temporalidad, conforme al de la actividad, en 2021 y 2022.
En esa tendencia es en la que la reforma que prepara el Ejecutivo se la jugará.
¿Sirve para algo reducir contratos?
Digo histórico porque es lo único en los que PP, PSOE, Ciudadanos y Unidas Podemos se han puesto de acuerdo en materia laboral.
Aunque el Gobierno va más allá y prevé impulsar los contratos fijos discontinuos como única forma de cubrir trabajos de temporada.
Esto tendría un efecto importante en la temporada de verano, que podría suponer que alrededor de 300.000 personas saldrían del registro estadístico de las personas que salen con contrato temporal, una media 9,3% anula del total de contratos temporales, según la Encuesta de Población Activa (EPA)..
Además, plantea restringir las excusas para acogerse a un contrato temporal y el tiempo que pueden prorrogarse antes de convertirse en indefinidos.
El pero a todo esto no es el diseño de las medidas, sino que no es la primera vez que se plantea ni se legisla. Y debe estar muy bien afinado para evitar lo que ha pasado en las otras ocasiones: que el abuso de la temporalidad no se corrige al cerrarle estas puestas: sólo se muda a otra habitación.
Como vemos en este gráfico, la evolución de los contratos registrados cada mes por el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE).
La prueba del algodón
Aunque endurecer las causas de la temporalidad, reducir su margen y penalizar la rotación puedan parecer medidas orientadas en la buena dirección, no bastan. Necesitan cambios en áreas en las que los dos ministerios implicados no tienen competencias.
Sin ir más lejos, en la temporalidad del sector público, por la situación de los millones de interinos, especialmente en la educación, la sanidad y la dependencia.
Pero además hace falta un plan ambicioso que apueste por otro tipo de incentivos a modelos de más valor añadido y una buena dosis de colaboración público-privada. Todo puede estudiarse.
Pero mientras sigamos en un modelo económico que considera el talento como un coste, no una inversión, no vamos a poder cambiar las reglas del juego.
Y lo que cada vez está más claro es que no podremos jugar en un tablero global en el que la competitividad la dicta la innovación, no la precariedad.