Con el virus todavía presente, y con una recuperación económica y del empleo apenas iniciada, es prioritario abordar las reformas que faciliten un acceso universal y equitativo a la salud, así como a campañas concretas como la vacunación. Un desafío en el que se profundizó con destacados especialistas en el foro “Los sistemas de salud a debate”.
Participaron Gina Riaño, secretaria general de la Organización Iberoamericana de Seguridad Social, como moderadora; José Narro, exrector de la UNAM y exsecretario de Salud de México; Ligia Bahia, médica y profesora de la UFRJ; Marlene Mendoza, investigador de la UCSG; Alberto Campodónico, epidemiólogo y profesor de la UCSG; Erwin Guillen y Jorge Luis Delgado, de la UCSG, como coordinadores; además de contar con el cierre del profesor Santos Ruesga, presidente de la SASE.
Gina Riaño resaltó la importancia de que la recuperación tras la pandemia sea justa, esté centrada en las personas, y tome en cuenta variables como el especial impacto que tuvo en las mujeres, tanto por sus condiciones laborales, como por los cuidados que han provisto a las y los niños que no han podido ir a la escuela, o a las personas mayores en casa. Así, lanzó la pregunta sobre cómo se pueden reconfigurar los sistemas de salud para lograr el acceso universal en los diferentes países de Latinoamérica.
José Narro recordó que “la salud no es todo, pero sin salud no hay nada, por lo menos nada de lo importante”, por lo que abogó por convocar a los mejores expertos para una gran reforma de la salud y de la seguridad social en la región. En este sentido, urgió a considerar el desarrollo de los países latinoamericanos de una forma integral a través de la salud, la educación y el empleo. Narro defendió la rectoría del sector público, pero llamó a la suma de capacidades, tanto con el sector privado, como en el ámbito latinoamericano, proponiendo la creación de un gran centro virtual de virología, donde los diferentes países aporten y coordinen recursos y conocimiento.
El exrector de la UNAM también se refirió al hecho de que se pudieron de haber salvado cientos de miles de vidas en la región, si no hubiera sido por las improvisaciones, la no planeación o la soberbia que acompañó las acciones de varios gobiernos. Por último, afirmó que el cambio debe comenzar con la educación básica, creando un movimiento de escuelas saludables que involucre a padres, maestros y estudiantes, de manera que se atienda a la infancia y se eduque en salud.
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Ligia Bahia abordó la singular situación de Brasil, donde a pesar de contar con un sistema universal de salud desde 1988, producto de la redemocratización del país, se ha producido una situación trágica por el mal desempeño del gobierno presidido por “el negacionista” Jair Bolsonaro. Además de las decenas de miles de vidas que se podrían haber salvado con otras políticas, Bahia resaltó las diferentes desigualdades en la atención que se detectaron según la región del país, color de piel o posibilidad de acceso a un seguro privado. Por ello, reclamó que los gobiernos cumplan la ley para proveer de un servicio universal, que se frena en su implementación cuando hay ajustes fiscales y subsidios a los sistemas privados.
Mecanismos de solidaridad
Marlene Mendoza reconoció que no hay una receta única por las asimetrías entre y al interior de los países, pero puso el acento en los problemas de financiamiento, inequidad y poca accesibilidad a los servicios públicos. Para Mendoza, son esenciales los mecanismos de solidaridad, que pasan por los impuestos directos, y no solo por los tributos indirectos. Señaló que se debe desterrar la idea de que quienes trabajan están pagando por quienes no lo hacen, porque lo que existe son falta de oportunidades para acceder a un empleo formal.
Pero además demás de defender un mayor financiamiento para el sector público de salud y de protección social, Mendoza advirtió de que se debe evitar la corrupción, que fue visible incluso durante la pandemia, y mejorar la gestión pública. Un cambio que debe enfrenar nuevos retos como el rápido envejecimiento de la población, que ya genera un desfase entre demandantes de servicios y aportantes al sistema; o las carencias de quienes conservaron su empleo durante la pandemia, pero lo hicieron con grandes rebajas de salario. Esta población permanece más invisibilizada que la desempleada, pero ahora tiene una situación social degradada y con mayores problemas para acceder a la salud.
Alberto Campodónico, quien vivió como médico en Guayaquil uno de los epicentros iniciales de la pandemia, destacó la colaboración entre los servicios públicos y privados para hacer frente a la crisis y aproximar la salud a los enfermos antes de que llegaran a los hospitales. Para el epidemiólogo, es fundamental incorporar a más gente a la actividad económica y asegurarla, de modo que pueda ser financiable el sistema.
Para el fortalecimiento del sector público, además de la cooperación con el sector privado como ya tuvo lugar en la pandemia, abogó por que el gobierno central se coordine y llegue a acuerdos con las administraciones locales más allá de las diferencias partidistas o ideológicas. Un buen ejemplo es la cobertura de vacunación en Ecuador, que se prevé alcance el 85% antes de final de año.
Finalmente, Campodónico hizo énfasis en la prevención, no solo por su beneficio para la salud, sino por el ahorro que supone evitar que los pacientes necesiten tratamiento hospitalario. Defendió un sistema más unificado, al que todo el mundo pueda acceder, y que salga a buscar a los pacientes con campañas de prevención de otras enfermedades, no solo covid, como dengue, tuberculosis y otras del ámbito respiratorio.