Y este impacto ha castigado especialmente a los más jóvenes, que han sufrido una destrucción de empleo del 8,7%, 2,3 veces superior a la del resto de trabajadores.
La OIT revela la magnitud del impacto en España comparada con el resto del mundo.
Nuestro país ocupa el 5 puesto de la lista de 39 países de altos ingresos o ‘desarrollados’ que más han destruido empleo.
En este punto, conviene recordar que los jóvenes cuentan con la desventaja de que son los que menos pueden acogerse a mecanismos como nuestros Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTEs), o sus equivalentes en otros países.
La razón es que su empleo es predominantemente temporal.
Pero la advertencia más importante del organismo es el incremento de los jóvenes que ni trabajan ni se forman, los conocidos como NEET, concepto que estandariza en la estadística internacional el término español "Nini".
Ya sea producto de las restricciones y confinamientos, o del desánimo ante sus expectativas, el mundo cada vez se aleja más de los objetivos globales de desarrollo sostenible para 2030 (ODS) en materia de formación y cualificación de los profesionales del futuro.
Sin embargo, España, en este apartado, parece ir en dirección contraria a los miedos de la OIT.
LA PARADOJA ESPAÑOLA
Según los datos del Ministerio de Educación y Formación Profesional, el abandono escolar ha seguido descendiendo durante la pandemia.
De hecho, entre 2008 y 2020 encadenó la racha de descenso más continuada de los últimos 25 años, un 49,5%, hasta el 16%.
El problema es que en ese periodo, el empleo de los recién graduados bajó un 12,5%. Un 9,1% si sólo contamos hasta 2019, según datos de EUROSTAT que recoge el gráfico de cabecera de este artículo.
Y esto nos coloca entre los peores alumnos de la UE a la hora de crear empleo para nuestros estudiantes, con independencia del tipo de estudios que completen.
Pero no basta con formar el talento: hay que aprovecharlo. Y es la asignatura pendiente de España que comentaba al principio.
Debemos revolucionar la empleabilidad de nuestros jóvenes, y eso no se logra sólo reformes laborales o educativas, sino con un acuerdo integral que sume todos los esfuerzos público y privados.