jueves,18 agosto 2022
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Notas a cuenta del Manifiesto en defensa de la Enseñanza como bien público (contra la LOMLOE y precedentes)

Las nostalgias en educación conducen al fracaso del alumnado

Director Instituto Emergente de Investigación en Formación de Profesionales de la Educación (IFE.uma), Universidad de Málaga
Se hace una revisión de los principios que sostienen este manifiesto, reivindicando la necesidad de una educación democrática, que tenga en cuenta los avances en el conocimiento y el respeto al trabajo de los docentes.

Desgraciadamente no resulta ya extraño ni llamativo encontrarse manifiestos como este en la prensa española . Tampoco lo es ver determinados nombres que, sistemáticamente, haciendo uso de un reconocimiento público de su figura, actúan como auténticos influencers. Esto es, licencia para opinar sin más fundamento que su propio criterio. En este caso en particular, duele ver algunos firmantes a los que mantengo cierto respeto. No así a otros, que nos han acostumbrado a un uso inmoderado e interesado de su retórica.

En este artículo planteo algunas de las falacias que se desprenden de este manifiesto. Esta valoración respalda la crítica que acaba de ser publicada en El Diario de la Educación, por parte del Foro de Sevilla, la cual también suscribo https://eldiariodelaeducacion.com/2022/05/10/sobre-el-enganoso-manifiesto-en-defensa-de-la-ensenanza-como-bien-publico/ En este artículo se dan suficientes argumentos para desmontar el manifiesto. Por tanto, remito a ellos para no repetirme.

Intelectuales contra la educación.

Lo primero que despierta mis temores es el hecho de que se presenten como intelectuales. Hay un fuerte componente elitista en el hecho de presentarse de este modo. Según la RAE, intelectual se refiere a la persona “que se dedica fundamentalmente al cultivo de las ciencias y de las letras”. Asumen, por tanto, una posición de autoridad que obliga aceptar su criterio, sin más razón que su propia condición de intelectual. De este modo se desvaloriza cualquier otra consideración que no venga avalada por esta condición.

Esto nos conduce, de algún modo, a una Sofocracia; esto es, al gobierno de sabios, que defendía Platón. Esta posición, contraria a la democracia, parece que tiene cierto predicamento entre algunos sectores. Últimamente se han prodigado comentarios que diferencian la calidad del voto, dependiendo qué ciudadanos, por ejemplo. Parece que adolecemos de cultura democrática y que sentimos la necesidad de someternos a tutelas de diferente tipo. Entre otras la de los “listos”.

Añoranzas del pasado.

Para tratarse de un ejercicio “intelectual” llama también la atención lo “casposo” de los argumentos que se utilizan. Nos remiten a las posiciones más conservadoras de las políticas educativas, nostálgicas de pasados no tan lejanos: Centrarse en los contenidos, evaluación numérica, el esfuerzo como valor supremo, la repetición como solución, segregación de asignaturas, desideologización de la educación… Quizás una mirada allende las fronteras, pudiera poner algo más de criterio en sus propuestas. También, sin irse tan lejos, algunas propuestas que se desarrollan en nuestro país, por parte de profesorado comprometido. Como ya se ha reiterado suficientes veces, nuestro sistema educativo, en estos temas, es una anomalía en los países europeos; al menos de estos, sin necesidad de irse más lejos.

En política muchos mantenemos la creencia de que uno de los problemas que padecemos es no haber hecho una ruptura radical con el franquismo. Por tanto, buena parte de nuestra base estructural social, sigue siendo heredera de los 40 años de autoritarismo y dictadura. La educación no es una excepción. Su configuración íntima sigue conservando las creencias, modelos e ideologías que lo conformaron en esta etapa negra de nuestra historia. Hubiera hecho falta, quizás, valentía política para haber generado una ruptura real en el modelo educativo. En lugar de eso, nos quedamos en un “quiero y no puedo” que ahora nos trae estos lodos.

Se añora un sistema educativo elitista, pensado para un colectivo triunfante socialmente. Se reivindica un conocimiento ilustrado, válido para ganar concursos, pero no para transformar democráticamente la sociedad. Se reclama la vuelta a un sistema de evaluación que excluya. Se pide una “cultura del esfuerzo”, que conduce a un autoritarismo cercano a los trabajos forzados (recordemos la máxima de los campos de concentración nazis, “el trabajo os hará libres”).

Realmente pareciera que en educación no ha habido ningún tipo de avances, fruto de la investigación de disciplinas muy diversas. Resulta de nuevo paradójico que este grupo de intelectuales, que, según el DRAE, se dedican al cultivo de las ciencias y las letras, haga oídos sordos a lo que estas proponen. La teoría del conocimiento, la psicología, las didácticas, las teorías organizativas, la antropología, la sociología, la neurociencia, etc. sugieren otro tipo de modelos educativos. Otro problema es lo torpes o no, que sean los políticos en llevarlos a cabo. Pero negar estos avances es una aberración intelectual.

La escuela es ideología: construye subjetividades y, por tanto, mundo.

Resulta paradójico que, desde esta posición, vengan a hablar de adoctrinamiento e ideologización de la educación. Resuena la propuesta ultra conservadora de Bolsonaro, de “escuela sin partido”. Esta supone un intento de eliminar “ideologías nocivas” de la escuela, en un claro ataque a otras posiciones sociales. Curiosamente a aquellas que representan avances en los derechos humanos, en la construcción de una democracia participativa y en la inclusión de todos los colectivos en el progreso social.

Debemos recordar a este grupo de intelectuales que la ciencia tiene ideología. Es más, la forma como la enseñamos también es ideología. Y política. Es parte de nuestra constitución como seres humanos. De ahí la necesidad de generar espacios educativos democráticos que permitan el diálogo sincero, honesto y respetuoso entre las diferentes formas de entender el mundo, la sociedad y la vida en general. Algo que este manifiesto niega, al proponer un modelo único y estandarizado. Lo cual habría hecho las delicias del extinto dictador.

La educación o es democrática o no es nada. Educar supone construir una visión crítica del mundo. El conocimiento es una forma de actuar en el mundo (no un repositorio). La escuela (pública, por supuesto) es un espacio de diálogo y de inclusión. El pensamiento educativo ofrece fundamentos para una alternativa viable, justa, democrática y solidaria de la escuela. Llamada de atención para los intelectuales (para todos y todas), pero también para los políticos. Demos sentido a la educación.

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