jueves,18 agosto 2022
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Segun Banco Mundial, la del capital natural no renovable (minerales, combustibles fósiles) se reduce desde 2014 por la previa caída de precios en los productos básicos

Inflación postCovid, brechas de género y contaminación bajan la aportación del capital humano a la riqueza global, tras alcanzar un máximo del 64%

La pandemia de Covid, las brechas de género y la contaminación estan reduciendo la aportación del capital humano a la riqueza global, tras alcanzar un máximo del 64% gracias a décadas de expansión como principal fuerza motora del crecimiento y el desarrollo. Así lo indicadores un informe del Banco Mundial que proporciona datos para poder tener una perspectiva más integral del crecimiento económico y de la sostenibilidad. También concluye que la proporción del total de la riqueza mundial en capital natural renovable está disminuyendo y se encuentra amenazada por el cambio climático.

El lnforme del Banco Mundial, titulado La riqueza cambiante de las naciones, dice que la riqueza mundial ha aumentado en general, pero a expensas de la prosperidad futura y agravando las desigualdades.El capital humano se calcula como el valor actual de las ganancias futuras de la población activa (empleados y autónomos o independientes) y
es el principal activo en todos los grupos de ingresos  tras situarse en ese 64 % de media de la riqueza en 2018, algo por encima de lo que representaba en 1995 debido a la crisis financiera. Pero actualmente, ante el futuro postCovid, el rebrote de la inflación (en España acelerada al 7,4% en febrero según el avance del INE), combinado al mantenimiento del crecimiento salarial anual más lento de los países de ingreso alto (alrededor de un 1 %), aunado al envejecimiento de su población activa, reduce su participación en el capital humano mundial.

La salud, la educación y las destrezas de la población están incorporadas en la
metodología de valoración del capital humano utilizada en este informe a través de
las ganancias durante el ciclo de vida. Si bien aún se desconoce cuáles serán los
efectos definitivos y a largo plazo de la pandemia de COVID‑19, la desaceleración
económica que ha producido, con la consecuente pérdida de empleo y de ganancias,
ya ha desbaratado los avances a largo plazo en la reducción de la pobreza, en
particular en los países de ingreso bajo.

Los países que agotan sus recursos para obtener ganancias a corto plazo colocan a sus economías en una trayectoria de desarrollo insostenible. Si bien suelen utilizarse indicadores como el producto interno bruto (PIB) para medir el crecimiento económico, en el informe se sostiene la importancia de analizar el capital producido, el capital humano y el capital natural para comprender si el crecimiento es sostenible.

En el informe La riqueza cambiante de las naciones 2021 se hace un seguimiento de la riqueza de 146 países entre 1995 y 2018 midiendo el valor económico del capital natural renovable (como los bosques, las tierras cultivables y los recursos marinos), el capital humano no renovable (como los minerales y los combustibles fósiles), el capital humano (los ingresos a lo largo de la vida de una persona), el capital producido (como los edificios y la infraestructura) y los activos extranjeros netos. Ese documento también incluye por primera vez el capital natural azul, representado por los manglares y los recursos pesqueros marinos.

Las cuentas de riqueza que se presentan ofrecen una medición monetaria rigurosa y comparable de estos activos, basada en el enfoque de balances generales que se propone en el marco del Sistema de Cuentas Nacionales (SCN) y en el Sistema de Contabilidad Ambiental y Económica (SCAE). Esto brinda un conjunto detallado de indicadores económicos que distintos actores, como los Gobiernos y el sector privado, pueden usar para ir más allá de las mediciones tradicionales tales como el producto interno bruto (PIB)

Los desafíos de desarrollo económico del siglo xxi se caracterizarán por sucomplejidad y sus interrelaciones con el entorno natural. El cambio climático; la pérdida de los ecosistemas, de los bosques y de la biodiversidad; la degradación de los océanos y de las tierras agrícolas, y las diferentes formas de contaminación amenazan el bienestar material, entre otras cosas debido a la posibilidad de que se produzcan “cambios no lineales” y “riesgos de cola” (Bolton y otros, 2020). Las cuentas de riqueza pueden por ello ampliar la perspectiva de los formuladores de políticas más allá del PIB y ayudar a afrontar estos desafíos, una noción con la que un número creciente de expertos y Gobiernos está de acuerdo.

“Para lograr un futuro verde, resiliente e inclusivo es esencial comprender mejor y con más amplitud la sostenibilidad de la riqueza”, manifestó la directora gerente de Políticas de Desarrollo y Alianzas del Banco Mundial, Mari Pangestu. “Es fundamental que se asignen al capital natural renovable y al capital humano la misma importancia que a las fuentes más tradicionales de crecimiento económico, de modo que los encargados de formular políticas tomen medidas para poder conseguir la prosperidad a largo plazo”.

De acuerdo con el informe, la riqueza mundial aumentó considerablemente entre 1995 y 2018, y los países de ingreso mediano están alcanzando el mismo nivel que los países de ingreso alto. Sin embargo, la creciente prosperidad ha estado acompañada de una gestión no sostenible de algunos activos naturales. La riqueza forestal per cápita de los países de ingreso bajo y mediano se redujo un 8 % entre 1995 y 2018, lo que refleja una considerable desforestación. Mientras tanto, el valor de las reservas pesqueras marítimas mundiales cayó un 83 % debido a la gestión deficiente y a la pesca excesiva durante ese mismo período. Es posible que los efectos que se prevé que tendrá el cambio climático agraven estas tendencias.

Banco Mundial

Además, la valoración incorrecta de activos como los combustibles fósiles que emiten carbono puede provocar una sobrevaloración o consumo excesivo de esos activos. Se puede poner al desarrollo en una trayectoria más sostenible adoptando una perspectiva integral de la riqueza y poniendo en práctica medidas normativas que incluyan establecer precios del carbono que permitan valorar y fomentar mejor activos como los bosques, los manglares y el capital humano.

Entre 1995 y 2018, la participación de los países de ingreso bajo se mantuvo por debajo del 1 % de la riqueza mundial, a pesar de que alrededor del 8 % de la población del mundo vive en esos países. En más de un tercio de ellos la riqueza per cápita se redujo

Según el informe, la desigualdad mundial en cuanto a la riqueza va en aumento. Entre 1995 y 2018, la participación de los países de ingreso bajo en la riqueza mundial no experimentó grandes modificaciones y se mantuvo por debajo del 1 % de la riqueza mundial, a pesar de que alrededor del 8 % de la población del mundo vive en esos países. En más de un tercio de los países de ingreso bajo la riqueza per cápita se redujo. Los países que experimentan una disminución en la riqueza también tienden a tener un deterioro en su base de activos naturales renovables. En el caso de los países de ingreso bajo, sigue siendo fundamental que estos gestionen de manera correcta el capital natural renovable, que representa el 23 % de su riqueza.

En todo el mundo, la proporción del total de la riqueza en capital natural renovable (los bosques, las tierras cultivables y los recursos marinos) se está reduciendo y se encuentra amenazada por el cambio climático. Al mismo tiempo, el capital natural renovable se está tornando más valioso porque brinda servicios esenciales para los ecosistemas. Por ejemplo, los manglares protegen la costa contra inundaciones, y su valor en ese sentido ha aumentado más de 2,5 veces desde 1995 hasta superar los USD 547 000 millones en 2018. El valor de las áreas protegidas por kilómetro cuadrado también ha aumentado rápidamente.

“En el informe ‘La riqueza cambiante de las naciones’ se proporcionan datos y análisis para ayudar a los Gobiernos a establecer precios y políticas adecuados para un desarrollo sostenible”, manifestó la directora del Departamento de Prácticas Mundiales de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Economía Azul del Banco Mundial, Karin Kemper. “Debido a que las repercusiones de la contaminación y del calentamiento climático se pasan por alto, históricamente los combustibles fósiles se han sobrevalorado, mientras que aquellos activos que contribuyen a mitigar el cambio climático, como los bosques, son infravalorados”.

Es probable que los países de ingreso bajo sufran los impactos más graves, con una pérdida proyectada del 14 % del capital humano total

En el informe se muestra que el capital humano, medido como los ingresos que la población prevé obtener en el curso de su vida, es la fuente más importante de riqueza en todo el mundo, y en 2018 abarcaba un 64 % del total de la riqueza mundial. Los países de ingreso mediano acrecentaron sus inversiones en el capital humano y, a su vez, experimentaron importantes aumentos en su proporción de riqueza del capital humano mundial.

Si bien aún se desconocen cuáles serán los efectos a largo plazo de la pandemia de COVID-19, es probable que los países de ingreso bajo sufran los impactos más graves, con una pérdida proyectada del 14 % del capital humano total. Además, el capital humano se reduce debido a las brechas de género que existen en todas las regiones y grupos de ingreso, y que han experimentado pocas mejoras desde 1995. La calidad del aire también tiene graves consecuencias tanto para el capital humano como para el cambio climático, y representa más de 6 millones de muertes prematuras por año.

La riqueza del capital natural no renovable (los minerales, los combustibles fósiles) se ha reducido desde 2014, principalmente debido a la caída de los precios de los productos básicos. En el informe se abordan los efectos que se proyecta que tendrá sobre la riqueza de los combustibles fósiles una transición hacia menores emisiones de carbono y la aplicación de impuestos de ajuste sobre el carbono en las fronteras, y se incluyen recomendaciones para la gestión de los riesgos económicos que se les plantean a los países dependiente de recursos. Se determinó que los países con una gran dependencia de la riqueza de combustibles fósiles tienen menores proporciones de riqueza proveniente del capital humano, a pesar de sus altos niveles de ingreso, con un capital humano que solo representa un 34 % de su riqueza.

En el informe se describen varios aspectos prioritarios que los encargados de formular políticas deben tener en cuenta a fin de diversificar y reequilibrar sus carteras nacionales para poder ser más resilientes y sostenibles. Se recomienda invertir activamente en bienes públicos, como la educación, la salud y la naturaleza, para evitar el agotamiento no sostenible, y gestionar futuros riesgos. Esas recomendaciones también incluyen medidas normativas y de precios que ayuden a reflejar el valor social de los activos y a dirigir la inversión privada de modo de conseguir mejores resultados para todos. Esto puede incluir, por ejemplo, acciones como reorientar los subsidios a la pesca y tomar medidas para fijar el precio del carbono y promover los activos de energía renovable.

Entre las tendencias regionales y los contrastes, en América Latina y el Caribe la participación de la mujer en la fuerza de trabajo es mayor que en cualquier otra región, aunque aún no se ha alcanzado la paridad de género

En África al sur del Sahara, la riqueza per cápita ha aumentado en las últimas dos décadas, pero a un ritmo menor que en otras regiones. En 11 países de África al sur del Sahara se observó un estancamiento o incluso una caída en la riqueza per cápita entre 1995 y 2018, puesto que el crecimiento demográfico estuvo por encima del aumento neto del valor de los activos. El capital humano en África al sur del Sahara ha aumentado con mayor rapidez que cualquier otro activo. Sin embargo, este crecimiento ha sido desigual, y la proporción de capital humano de las mujeres representa solo alrededor de un tercio del total. La riqueza del capital natural se encuentra en declive, y muchos países de la región dependen en gran medida de ingresos provenientes de recursos naturales no renovables, en especial combustibles fósiles.

Hasta 2018, la región de Asia oriental y el Pacífico tenía la mayor proporción de riqueza del mundo, con un aumento de un 188 % desde 1995. El capital humano conforma más de la mitad de la riqueza de la región, aunque solo un tercio de ese capital se atribuye a las mujeres. El capital natural conforma el 4 % de la riqueza regional, con una disminución del capital natural renovable, impulsada por la caída de los recursos pesqueros. Se prevé que el cambio climático afectará especialmente la riqueza de las tierras cultivables en los países de Asia oriental y el Pacífico.

En Asia meridional, la riqueza total ha aumentado desde 1995, pero, dado el crecimiento demográfico que se produjo en el mismo período, la riqueza per cápita se sigue encontrando entre las más bajas del mundo. El capital humano constituye más de la mitad de la riqueza de la región, pero está sumamente desequilibrado, ya que más del 80 % se atribuye a los hombres, y esta situación no ha tenido grandes modificaciones en las últimas dos décadas. Si se lograra la paridad de género en Asia meridional, se podría aumentar el capital humano nacionalmente en casi 42 puntos porcentuales. Asia meridional también es la región más seriamente afectada por la pérdida estimada de capital humano debido a la contaminación atmosférica. El capital natural renovable, en especial las tierras cultivables, son de vital importancia para esa región, y el valor de su capital natural azul también ha crecido en las últimas dos décadas.

La riqueza en Europa y Asia central, que, a los fines de este informe, incluye Europa occidental, se ha incrementado un 45 % desde 1995. La riqueza per cápita ha aumentado con lentitud en comparación con muchas otras regiones. El capital humano representa más de la mitad de la riqueza de la región y ha tenido un crecimiento sostenido en relación con otros activos. Los recursos forestales no madereros se están convirtiendo en el principal activo de capital natural renovable en Europa y Asia central debido al valor de los servicios ecosistémicos que brindan, mientras que el valor de los activos de la pesca marina ha caído significativamente.

Si bien en las últimas dos décadas la riqueza total casi se ha duplicado en América Latina y el Caribe, existen contrastes significativos en las tendencias de riqueza per cápita. Algunos países han duplicado con creces su riqueza desde 1995, mientras que en varios países caribeños la riqueza total per cápita ha disminuido. Con el transcurso del tiempo, la riqueza del capital natural no renovable ha comenzado a caer debido a la volatilidad de los precios, pero la riqueza renovable se acrecienta. La riqueza en áreas protegidas ha aumentado más del doble, a pesar de que la superficie forestal se ha reducido. La participación de la mujer en la fuerza de trabajo es mayor que en cualquier otra región, aunque en esta región aún no se ha alcanzado la paridad de género en el capital humano.

En las últimas dos décadas, la riqueza ha aumentado en Oriente Medio y Norte de África, pero en menor medida que el PIB regional en el mismo período. El capital humano constituye la menor proporción del total de la riqueza de esta región en comparación con otras regiones, con un desequilibrio de género significativo. El capital natural no renovable constituye gran parte de la riqueza de la región y ha generado problemas para los países dependientes de los recursos y que experimentan volatilidad en los precios. Los países de la región que dependen de los ingresos derivados de los combustibles fósiles se enfrentan con desafíos singulares en lo que se refiere al desarrollo, en vista de que en el mundo se está intentando pasar a un desarrollo con bajos niveles de emisiones de carbono. Si bien las tierras cultivables siguen siendo el principal activo natural renovable de la región, en las últimas dos décadas, la riqueza de tierras cultivables per cápita se ha reducido. La región deberá conservar y restaurar sus activos naturales renovables para poder respaldar una mayor diversificación de la riqueza.

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